Ante el desvelo del mar

Por: Mayslett Sánchez

Un grupo de reconocidos escultores cubanos —llegados desde casi todas partes, menos de la provincia sede— visitaron Cayo Coco entre noviembre y diciembre del 2004 para participar en Esmar, evento de escultura convocado por el Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Ciego de Ávila con el patrocinio del MINTUR. Cada artista tuvo la posibilidad de esculpir el mármol con su impronta personal. Entre los nueve creadores, Julio César Pérez Morasen expuso parte del discurso morfoconceptual de la serie El hombre y el tiempo; Daniel Aurelio Torres Fajardo reafirmó su eterno compromiso con la madre natura al esculpir su original interpretación Naturaleza.

Todos los participantes, de una forma u otra, rindieron tributo al ecosistema de la cayería norte: las obras de los escultores Jorge Romero García, René Negrín Méndez, Faustino David Placeres Hernández, Juan Luis Maceo Núñez, Alcides Miguel Rivera Hernández y Pánfilo Cañizares, dialogan con la flora y fauna costeras, apropiándose incluso de algunos de sus movimientos, y así le insuflan a las esculturas un contenido más espiritual. La propuesta “F. O.” de la serie Tributo, de Rafael Consuegra Ferrer, no queda exenta de la participación escultórica en función del entorno natural, y también incursiona, de manera sui generis, en el tema de la tipología escultórica monumental, supeditándose armónicamente a las demás obras integrantes de la colección.

El discurso plástico se dirigió fundamentalmente a la ecología, teniéndose presente la calidad natural de las áreas seleccionadas, así como a satisfacer las expectativas del patrocinador. Todo esto fue dirigido con inteligencia por Augusto Rivero, especialista en diseño ambiental. El evento elevó la calidad urbanística de las áreas en la vía ramal de Cayo Coco. La donación total de las obras por parte de los escultores constituyó una facilitación al emplazamiento de las esculturas. Hoy las obras resultan un elemento decorativo-ambiental para quienes visitan estos lugares de la cayería norte, además de servir como referencia para los graduados de escultura, autodidactos y estudiantes de arte de la provincia avileña.

Diversas mutaciones de la escultura europea y norteamericana del siglo XX, permeadas por las vivencias del escultor cubano, coexisten y se distinguen unas de otras, gracias a la fortaleza individual de los creadores. Esta colección se caracteriza por la simplificación de los temas escultóricos, reduciéndolos a su forma más pura y básica: el artista está más interesado en la forma interior de su obra que en la apariencia. Suceden hibridaciones entre tendencias biomorfas y el abstraccionismo geométrico; es la proyección moderna en cada una de las líneas que dibujan el aspecto conceptual. En este ámbito escultórico resuena el arte africano, fisonomía significativa y maternal, en el desarrollo del cubismo del pintor francés Braque y después del español Picasso. Todo un sistema afro-hispánico, espíritu plástico que desde Wifredo Lam se extiende y perdura en las líneas, áreas y texturas de estas creaciones. Es el nuevo espíritu de la escultura contemporánea cubana.

El encuentro, sin embargo, tal como se hizo realidad, no tuvo en cuenta para su desarrollo la existencia de un proyecto concebido a partir de la identidad cultural avileña, el que ya existía desde 1992, cuando fue aprobado por el Consejo Científico de la provincia así como por el Consejo Provincial de las Artes Plásticas —por cierto, desde entonces con idéntico nombre—, y más tarde quedó recogido en la revista digital Enlace. Todos los seguidores de aquel proyecto —arquitectos, ingenieros e historiadores avileños—, principalmente los integrantes del departamento de Patrimonio provincial en la década de los 90, y Georgina López Rodríguez, presidenta de la filial del CODEMA (1998-2000), lo defendieron entonces con responsabilidad y coherencia a pesar de las variantes administrativas, convirtiéndose en promotores de su esencia cultural.

Esmar —aquel suceso apasionadamente soñado—, pretendía ser un sistema a través del cual sus componentes fueran definidos por valores artístico-culturales y lo creado estuviese en función del interés específico del evento: lo local, pero no la localidad como un fragmento de suelo y mar, sino como una región con una personalidad plástica peculiar. El evento, de cobertura provincial, nacional e internacional, según el balance de invitados, del interés y posibilidad de la provincia, se caracterizaría por el intercambio teórico-práctico a través de conferencias, charlas y talleres a partir de los resultados investigativos y experiencias de sus participantes. Daría respuesta a la carencia de esculturas en el territorio, permitiendo otorgar a determinadas zonas del entorno una condición estética que realzaría sus valores. Además, contribuiría a incentivar el desarrollo de los pocos escultores que posee la localidad. La temática sería libre, por no tratarse de un simple encuentro sino una respuesta cultural a partir del diagnóstico de la localidad, es decir, una contribución al desarrollo de la escultura de la provincia a través de la atención al creador, aparte de crear una genuina atracción turística, con el aporte cultural y financiero que ello implicaría.

En la colección de esculturas de Esmar, ¿dónde está la experiencia en el trabajo con resinas de los escultores José Ramón Vieyto y Nelson Torís? ¿Dónde está la escultura del versátil Maikel Mena Navarro? ¿Por qué no aparece la muralística de Darlin Astengo, un conjunto cerámico de Carlos Roberto Sánchez o la efímera escultura de Oercio Liza? ¿Y dónde está una pieza con la magia que emana de la obra de Pauyet, grupo que se ha convertido en un atractivo exponente de la plástica local en eventos nacionales e internacionales?

La provincia posee una diversidad creativa en materia de artes plásticas, evidente en la manifestación escultórica, tanto en lo conceptual como en lo formal, a través de la explotación de diferentes materiales como soporte. Sí, existe una escultura avileña, y las instituciones sí pueden trabajar, en la promoción de los mejores exponentes, a partir de nuestra identidad.

La resonancia de un evento de tal magnitud nunca debió reducirse a una simple noticia en un espacio informativo de radio o TV, porque, por su envergadura y por sus características, reunía los elementos suficientes para cubrir una serie documental que incluyese su génesis y esencia, aprovechando un mayor despliegue conceptual. Además de hacer realidad una memoria más eficaz del evento, esa producción podría contribuir incluso con los programas didácticos que transmiten actualmente los canales educativos.

La Isla de la Juventud cuenta desde hace años con su brillante evento Marmosol, que utiliza la riqueza natural de la localidad y sus tradiciones. Las Tunas se las ha sabido arreglar, con la explotación de imaginación y tenacidad como recursos primordiales, para convertirse por obra y gracia de la voluntad en “la capital de la escultura cubana”. Santiago de Cuba disfruta un distinguido parque escultórico que es resultado de su evento Forma, Sol y Prado. Entonces, ¿por qué Ciego de Ávila no convoca a sus propios artistas, por qué no hurga en lo singular de su talento, de su patrimonio, y evita así recorrer caminos trillados por otros?

Fuente: Revista Videncia

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